La semana pasada se cumplía el 72 aniversario de la muerte de los tres primeros saforenses ejecutados en los campos de exterminio nazis: Fernando Seguí García (Bellreguard), José Camarena Estrugo (Xeraco) y Vicente García Grimalt (Potries).

“Entonces comenzaron a llover golpes de pico en mi espalda, en las ancas; era para gritar de dolor, pero yo apretaba los labios para no darle el placer con mi sufrimiento. 40 golpes después, me había perforado la espalda […] me levanté entre la sangre, formé en la columna y, a pesar del dolor, volví al trabajo de la cantera”. Con estas palabras recordaba José Aunión, natural de Oliva, uno de los episodios más crueles de su paso por Mauthausen. Él y otros 17 saforenses sufrieron las barbaridades de los campos de exterminio nazis, donde llegaron por haber participado en la Guerra Civil española apoyando la legitimidad y legalidad republicanas.
El 72 aniversario de la ejecución de los tres primeros habitantes de la Safor presos en los campos de exterminio nazis (en Mauthausen, Dachau y Gusen, que era un anexo del primero) coincide con la polémica marcada por los símbolos. En las últimas semanas han sido varios los jóvenes de las Nuevas Generaciones del PP los que se han dejado ver junto a símbolos franquistas o nazis. Pero no se trata de un hecho aislado. Muchos jóvenes alientan movimientos ultraderechistas recuperando banderas, saludos y símbolos que ni el paso del tiempo han hecho desaparecer. Jóvenes que, en ningún caso, han vivido de forma directa la crudeza de una época de represión, dictadura y nula libertad de opinión. ¿Qué empuja a estos jóvenes a apoyar movimientos intolerantes que nunca conocieron? ¿Qué no ha funcionado con la memoria histórica para que una población tan joven simpatice con estos movimientos?
Testimonios de supervivientes de los campos de exterminio nazis hacen más increible entender hoy, más de siete décadas después, que aquellas atrocidades del pasado cuenten con guiños de jóvenes dirigentes políticos. Aunión recordaba que el “kapo” que le apalizó decidió “perdonarle” otros 19 golpes en su espalda, tras los 40 que había recibido. En total, su sumaria “sentencia” era de 59 golpes, uno por cada una de las patatas que había robado de la cocina. Y es que para los militares alemanes, una patata valía más que una vida humana.
El hambre era uno de los mayores sufrimientos por el que pasaba la población represaliada en los campos de concentración. Los nazis sólo les proporcionaban una comida por día, más que insuficiente si se tiene en cuenta que, además, no era más que una especie de sopa líquida. Fue el hambre el que le empujó a robar de la cocina las 59 patatas para repartirlas entre sus compañeros. La cosa terminó en un severo castigo que le dejó una huella para el resto de su vida.
Las experiencias de Aunión en Mauthausen las recuerda hoy en día su hija, Anita, quien asegura que era muy poco lo que su padre le contaba de los campos nazis. “Sus pesadillas por las noches durante toda su vida eran, sin duda, las memorias que no podía transmitir”. En total, 10 de los 18 saforenses de los que se tiene acreditado su paso por campos de exterminio (según una investigación realizada por la Asociación Amical de Mauthausen, que representa a los cerca de 7.000 republicanos españoles deportados a los campos nazis), murieron ninguneados y maltratados simplemente por pensar diferente y defender sus ideas. Su dolor y el de sus familias es lo que ha perdurado con el paso del tiempo.
Un dolor y un sufrimiento que se revive con más crudeza cuando, hoy en día, se frivoliza aquella etapa con símbolos, con gestos, con palabras que rememoran un pasado triste que algunos se empeñan en mantener vivo. Algo ha fallado en el sistema democrático cuando ciudadanos que no vivieron en sus carnes el dolor y la tragedia, fantasean con participar en una reedición de los episodios más negros de la historia española y europea.
Además de los tres citados, también murieron en los campos nazis Francisco Vicente Escrivà Morant (Beniopa), Ricardo Pellicer Beneyto (Oliva), Enrique Calabuig Buigues (Gandia), Jaime Ferrer Segura (Gandia), Francisco Prefasi Alberola (Gandia), José Ferrer (Gandia), José Queralt Pascual (Villalonga).
Junto a José Aunión pudieron resistir hasta la liberación los también saforenses Antonio Pons Frasquet (Rafelcofer), Vicente Cots Ortolà (Oliva), Juan Molas (Villalonga), Valentín García Rodrigo (Grau de Gandia), Francisco Mateu Sanchis (Tavernes de la Valldigna), José Llopis Llinares (Benirredrà) y Luís Vercher Bosch (Tavernes de la Valldigna). A todos ellos queremos rendir nuestro homenaje.
*Publicat, juntament amb Borja Micó, al diari Levante – EMV (edició de la Safor), el diumenge 8 de setembre de 2013.
Deixa un comentari